Cuentos de encuentro literario- Bolidos


Bolidos

-¿Quién es el bebé de papá? ¿Quién es? Si, si vos sos el bebé de papá. Te vamos a poner muy lindo hoy, hoy vamos a salir a pasear. Vamos a dejar al barrio con la boca abierta, acordate lo que te digo, no va a haber una persona que no se de vuelta para verte, lindura.
Se van a tener que tragar la lengua los que me decían que no servías, que eras un bueno para nada, un desperdicio de espacio. Já, cuando te vean ahora, la cara que van a poner.
Quizás si, sea verdad, que con vos hubo que gastar un poco más, pero en la vida la plata viene y va, y vos sabes que acá en casa nunca nos faltó moneda para comer. Toco madera. Pero, al fin de cuentas, yo estoy convencido de que valió la pena, me parece, y aun que no te lo diga muy seguido creo que tu mamá también cree lo mismo que yo, que no podría estar más orgulloso de vos.
Se me pianta un lagrimón cuando me acuerdo, parece mentira ¿no?, al principio ni podías moverte, necesitabas ayuda para poder andar si quiera unos metros. En la misma nebulosa de recuerdos, me viene la imagen de las horas y horas que pasé buscando los mejores especialistas en el tema, y como tuve que pelear con algunos que si hoy te vieran, también estarían asombrados.
No se si te acordarás vos, no se si estabas, cuando el gordo Farías, ese mecánico del frente me dijo que aunque pasará con vos lo que me quedaba de vida nunca podrías ser como los demás, muchos menos destacarte, que con suerte llegabas a ser uno mas entre los peores. ¿Menos que normal? ¡Eso no existe! Ya vas a ver. Sí algo así le dije, quizás mas violento, por que me acuerdo que casi nos vamos a las manos.
Shhh….shhh… ya está ya falta poco, te terminamos de sacar la espuma, ahora te seco y estamos listos, tranquilo…eso, eso…shhh… tranquilo.
¿Te acordas el otro día que tocaron el timbre a la hora de comer? Creo que si te conté, a mi la verdad que no me hizo mucha gracia, tu mamá no me dijo nada por que sabe como soy, pero creo que por dentro me quería decir que le demos para adelante con eso. Ojo, ella si te quiere, pero… vos viste. ¿Cambiarte por un fajo de billetes para que un viejo loco te tenga en exposición? El amor no se vende caballero. Plaf! Le cerré la puerta con todas en la cara.
Bueno, bueno, ya estamos. ¿Listo corazón?. Tendría que….

-Rubén, ¿ Estás por salir?

-Ah, emm si, ya estamos casi listos para irnos. ¿Por?

-Mira, la Marta me dijo que no podía venir a cuidarlo a Marquito hoy y yo ya estoy saliendo para la oficina, ¿Te molesta si te acompaña?

-¿Ahora? Mira que estoy por salir con el auto, y vos viste como se pone esa criatura cuando...

-¡¿Podrías llamar a tu hijo por el nombre no?! Vos le quisiste poner así.

-¡Yo ya te dije mujer! Ese es TU hijo, no mío, suficiente hago con llenarle el buche, pero ni se te ocurra que voy a andar paseando a ese enfermo en mi tesorito.

Cuentos de encuentro literario- Lucas y su estrella


LUCAS Y SU ESTRELLA.
En el frio hospital de una ciudad lejana, el pequeño Lucas se encontraba postrado en su camita. Ya apenas podía levantar sus manitos para sostener la cuchara con la que su sopa bebía. Sufría una rara enfermedad que había afectado también a sus padres acabando con sus vidas. Estimaban los médicos que era cuestión de días para que también partiera el niño. “! Vamos Lucas, levántate, hoy salió un hermoso sol!”,  decía María, su enfermera. Pero cada vez se sentía con menos fuerza, y prefería la soledad de su habitación. Por las noches pequeñas lágrimas reposaban en su almohada. Su sonrisa hacía mucho tiempo se había marchado y sus ojitos grandes ya solo los habría para mirar de noche las estrellas durante un largo tiempo. Una mañana fría de agosto, María corrió angustiada a la sala de médicos. El director del hospital la había llamado y no eran buenas las noticias: “lamentablemente los resultados de los últimos estudios son contundentes. A Lucas le quedan solo algunos días de vida. Muchas gracias María por todo lo que hizo por el niño”. Llorando María corrió hasta el cementerio de la ciudad y sobre las tumbas de los padres de Lucas exclamaba una y otra vez “Tanto lo he querido a mi dulce niño, pronto se reencontrará con ustedes”. Septiembre empezaba a vestirse de flores y colores, pero la habitación de Lucas se mantenía siempre igual, fría y oscura. Una de esas noches, en las que el pequeño miraba por las ventanas las estrellas, vio una persona, vestida de blanco, acercarse por el jardín del hospital. “María, María, vi alguien afuera en el jardín” grito el pequeño con gran entusiasmo. Rápidamente María se acercó a la ventana y dijo “No hay nadie Lucas”. Pero convencido el niño repetía: “!yo lo vi, yo lo vi, bajó desde aquella estrella que siempre me ha acompañado en mis noches tristes, estaba vestido de blanco y llevaba una gran sonrisa!”. A la mañana siguiente, Lucas le dijo a María: “hoy quiero salir al jardín a ver el sol, ¿me llevas?”. Atónita María, le respondió: “Pero Lucas, tantas veces he deseado llevarte allí y tu nuca lo quisiste, siempre preferiste la oscuridad de esta habitación”. El niño retomó: “Cuando mis padres se marcharon, me dijeron que un día me enviarían un ángel para que cuide siempre de mi. Él estará ahora afuera, en el jardín, junto a las flores y los pájaros”. Sonriendo María respondió: “!si, pero primero te vestiré como un príncipe, te lavaré la cara, te perfumare y te haré el mejor peinado, así el ángel se alegre mucho al verte bien”. María y Lucas salieron de la habitación, los médicos en el pasillo no podían creer lo que veían. “! Miren es Lucas!” gritaban asombrados. Llegaron finalmente al jardín, María pregunto: “¿dónde está el ángel?, a lo mejor tuvo que retirarse ya”. A lo que Lucas respondió: “el ángel está ahora al lado mío, eres tú. Me has cuidado siempre, y hasta me vestiste como príncipe hoy”. Con los ojos llenos de lágrimas María pregunto: “entonces, ¿quién era esa persona vestida de blanco que viste anoche bajando desde una estrella y caminando hacia este jardín?”. Abriendo grande los ojos y con la sonrisa más intensa que un niño pudiera tener respondió Lucas: “Ese era otro ángel que venía a llevarme, pero al verte a mi lado sonrió y desapareció pero dejó una carta en aquel banquito…” Sin salir del asombro, María tomó la carta y vio que eran los resultados del último estudio de Lucas, los que confirmaban que la enfermedad había desaparecido. Fundidos en un abrazo, María y el pequeño regresaron a la habitación del Hospital. Desde entonces la felicidad colmó a ambos, Lucas se retiró a casa de sus abuelos y María continuó en el Hospital. Ambos siempre estuvieron unidos, en la misma estrella que todas las noches miraban a la distancia.

Cuentos de encuentro literario- Silencios de Biblioteca


Silencios de Biblioteca
Casi que pude escuchar el “shhh”en ese gesto.
Apartó el dedo teñido de negro de sus labios y señalo el cartel debajo de la escalera que la reproducía exactamente.
La sorpresa venia desde atrás, justo en el instante en que yo destilaba en voz alta la indignación que me generaba la espera de gestionar mi simple trámite de libre deuda.
Se inclinó suavemente detrás de una heterogénea pila de libros que cargaba sin esfuerzo y me miró.
Yo, la verdad…esperaba una sonrisa cómplice que ratificara una broma predecible en alguna cola de esas que hacen que la gente se desinhiba y trabe conversaciones superfluas. Pero no.
¿Cómo?- Le pregunte... Mientras alcanzaba a leer el título de unas gastadas hojas con restos de carboncillo,"Boceto de La Maga”, decía.
Vio mi interés y las señaló haciendo un gesto de “bla bla bla”, mientras equilibraba la pila de libros en un brazo a fin de garantizarme con el otro la correcta interpretación de lo dicho: Los dibujos hablan... Entendí.
Abrió uno de los libros y extrajo unas fotografías. Yo leía felicidad donde ni siquiera había palabras.
Sonreímos juntas al descubrir que nos entendíamos, suspiró y añadió al momento una pausa en un suspiro que se extendió tanto como la mueca de seguridad en sus labios.

La gente en realidad no entiende. Hay que callarse para escuchar lo que se dice. Por eso el cartel.

Tu turno, dijo,
Si... lo dijo clarito, apuntando con la cabeza a la mujer detrás del mostrador, que esperaba impaciente que yo regresara al mundo de las simples interacciones, esas que demandaban básicas y rutinarias claves de comunicación.

(Desde entonces es que yo, ya no creo en los silencios…)

Cuentos de encuentro literario- El Río


EL RÍO:

Recuerdo que en una madrugada así fue el fin de su bebé. La muerte no ensayaba dentro del sueño, pero jugaba violentamente con mi cabeza, la que de a poco iba soltando el engranaje de grillos desvanecidos, y la luz inevitablemente se dormía con el lomo de mis miedos. Ella quería hundirse en mis brazos, en una cortina de humo que le oculte la pena que hay detrás. ¿Qué hay detrás de eso, de la pena?. Hay, más que nada hay, más que dolor, hay una infinidad de pensamientos engarzados a emociones, a sentimientos hostiles. No se cómo se han modificado océanos de sentires con el pasar de un segundo. Tal vez no hubo oleaje, ni espuma, la bruma fue un sueño y el océano una gota de lluvia.
La vida nos da y nos quita Me dijo ella, arrastrando sentimientos con las horas, decidiendo qué iba hacer con su dolor a partir de ese momento.
Sí, y siempre nos devuelvele contesté, pensando en que realmente no estaba segura de eso, porque en algún momento abstracto me convencí que así era, porque la corriente natural que fluye con continuidad siempre está, pero a su bebé se lo habían llevado a las fuerzas, y el río que ella había sentido, en el que se veía en aguas limpias, rozando su piel con muchas piedras pesadas pero con un puñado de maravillas presentes y también ausentes se secó. La miré a los ojos y luego seguí—: ¿Me pregunto cómo se hace para que nuestras vidas no sean un río donde nuestras aguas se pierden por evaporación en una zona desértica?.
Con fe, porque el agua se evapora pero nunca se pierde, y la muerte, estoy segura que siempre otorga algún tipo de asilo del que no habría por qué tener miedo si aún se está vivo respondió ella, conmovida en la ausencia, enrollando el deshilachado sufrimiento materno sobre el silencio. 

Cuentos de encuentro literario- El tiempo de Hurra


El Tiempo de “Hurra”

Estaba enfrascado en cuatro paredes oscuras, sintiendo el dolor de un mundo del que ya no era parte.
Me posicione a orillas de la cama, esperando alguna respuesta, del silencio o mi cabeza. O de los muros tal vez, que callados y herméticos me observaban.
Suspiraba húmedo, mientras charlaba muchas cosas a la vez. Yo pensaba y yo contestaba, formulaba mi próxima pregunta y me volvía a refutar. Cambiaba de tema, pero volvía a lo mismo. Todo era en simultáneo; las contradicciones junto a las apologías de lo fatal. Finalizaba el acto con una carcajada nerviosa, que me hacia ver algo loco.
Las palabras sueltas, nadaban en ese laberinto de caos. Revotaban en las paredes, presas de angustia y espanto; solo una escapo, nose aun como. La vi de casualidad, se alejaba tiesa hasta el balcón, amalgamándose al derrotero de las calles. La seguí, descalzo y desfachatado, con los ojos ciegos y mi rostro anémico.
Era un día precioso, un sol siestero regalaba su luz y escondía su cara. La brisa fresca me incentivo al primer bocado de aire, colocándome en un estado distinto en “El tiempo de hurra”.
 Era un tiempo del alma, que comenzaba observando lo verdaderamente esencial, saludando con miradas y dando bienvenidas a un mundo desconocido que con miedo se acercaba. Los fracasos aquí, no asesinaban objetivos, y la soledad solo era opcional. Se ríe más de lo que se llora, promediando a la sangre, esas dosis justa para que siga siendo roja. Se vive, porque uno se da el momento preciso de experimentar, apreciar y volver a intentar.
Toda esta concepción distinta del mundo, me hicieron ver que los trenes pasaban siempre, solo faltaba estar listo. Ese día lo estaba.

Cuentos de encuentro literario- En los ojos de Lindú


En los ojos de Lindú

Luiz miraba por la ventana, allí afuera estaba esencialmente el mundo, personas que iban y venían de un lugar a otro, toda la vorágine social y todo el drama cotidiano estaba allí, afuera. Y Luiz miraba por la ventana, y pensaba que afuera, y no en la fría habitación del Hospital Sirio-Libanés, estaba esencialmente el mundo, no podía dejar de recordar que él también había sido protagonista, gran protagonista, de aquello que hoy  entendía que estaba en otra parte, afuera tal vez o quizás un poco más lejos, en ciudades más grandes y también en lugares más pequeños como su pueblo natal, el lejano Pernambuco. Pero seguro no estaba en la fría habitación que ocupaba. Allí estaba solo él y la fatalidad, eso no era esencialmente el mundo, o por lo menos así lo creía aquel día.  El diagnóstico había sido lapidario (cáncer de laringe) y el pronóstico reservado, la internación y la cirugía debían ser inmediatas, y así sería. Allí estaba Luiz, en una fría habitación esperando un desenlace, mirando por la ventana, creyendo que tal vez afuera estaba el mundo que alguna vez lo había hecho célebre, poderoso, infalible, intocable. Y ahora estaba enfermo, débil y enojado, sentía que no se merecía aquello, en las penumbras de su cuarto de jeremías se preguntaba iracundo ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? Las interpelaciones retumbaban en su cabeza con ofuscación; macabra certidumbre.
Marisa, su compañera, entró a la habitación aquella mañana definitiva. Son momentos que parecen detenidos en el tiempo, momentos imborrables que siempre acechan, no se los espera y allí están, simplemente ocurren. Operaban a Luiz, el riesgo era alto. El cáncer no solo lo había privado de su buena salud sino que también había minado considerablemente su carácter otrora alegre, Marisa asistía azorada a aquellas transformaciones, en el día en que lo iban a operar sabía que era necesario que Luiz recuperara su fe y su ánima, pero no sabía cómo. Ella le llevaba toda clase de manifestaciones que le prodigaban en diversos lugares del país, pero todo parecía en vano, su espíritu estaba quebrado. Empero aquel día se propuso no decirle nada, no intentar alentarlo. Un viejo retrato fue todo lo que llevo al hospital, se lo entrego, Luiz observó detenidamente la fotografía en blanco y negro, casi no se reconoció, era él de pequeño y lo sostenía en sus brazos Doña Lindú, su madre. Vio sus entrañables ojos escrutándolo, recordó su lucha, la pobreza, las borracheras y los golpes de su padre Arístides, las intensas jornadas en la fábrica, el sindicato, las huelgas, la cárcel, sus hijos, un gol de Sócrates un domingo por la tarde en el Pacaembú para su amado Timão, recordó las pocas victorias de su vida y las muchas derrotas, y sin embargo pudo conectarse nuevamente con una fuente de abundancia.
Entonces comprendió: el mundo que lo había hecho lo que era no estaba afuera, estaba ahí con él, en esa circunstancia, todas las posibilidades de su destino se agotaban únicamente en él. La enfermedad ahora lo dignificaba, lo engrandecía, supo que en ella no estaba su destino sino en la lucha, asumió aquello y comprendió que su vida valía la voluntad de su espíritu, el tamaño de su esperanza, la fe de sus conquistas, que  no importan las circunstancias, la dignidad humana es también una conquista. Íntimamente agradeció a Lindú y Marisa. Entro al quirófano, ahora sí, dispuesto a dar batalla. (Luiz sobrevivió a la operación y continúa dignificándose en su lucha contra el cáncer).   

cuentos de encuentro literario- Los sueños, vida son"


Los sueños, vida son


   La emoción que sentía al escuchar versos como “volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar…”, era inexplicable. Una gran sonrisa se dibujaba en aquel rostro color pastel.
  Sonó el timbre del recreo, ella se quedó. María, la señorita notó que por sus mejillas deslizaban un sinfín de lágrimas. ¿Qué te pasa, le preguntó?. La niña le contó que tenía un sueño pero estaba segura de que jamás podría cumplirlo.
  6 años han pasado desde aquel día de primaria. Recordó aquellas palabras de María “¡Qué lindo que es soñar, soñar no cuesta nada y animarse menos aún!”… Tomó un lápiz y un papel; comprendió  que aquellos oscuros lentes que cubrían sus ojos desde pequeña, no eran impedimento para cumplir su deseo.   Su sueño era escribir, y lo cumplió.
  Isabella asiste a un taller literario, y sus cuentos pronto serán publicados.

Cuentos de encuentro literario- Soy


Soy
Su celular, noventa y cinco pesos en cambio, lo puesto, las manos ensangrentadas, el cuerpo molido a golpes y su rostro desfigurado por la violencia familiar, es con todo lo que cuenta Fernando mientras busca aturdido soluciones milagrosas. Está parado en la Mendoza y Rivadavia justo debajo del cartel azul. Son las 22:48. Se cansó de correr sin destino, vagar sin rumbo por una ciudad avasallante es lo máximo que puede hacer. Las calles aún están atestadas pero nadie se detiene a observar su deprimente realidad: y los que lo ven, lo escanean con asco y miedo. Todo se vuelve tenebroso, imposible.
Respira, se ahoga con la sangre y la saliva, y ve hacia atrás para confirmar que no lo sigue. Su mente puede escapar con facilidad cuando cierra los ojos y regresa a los meses anteriores en un lapsus necesario: la primera vez que lo vio se preguntó <<¿yo seré así por detrás? Que pequeño.>> antes de saludarlo, y dejarlo entrar en él. Luego supo que sí, que era tan pequeño de espaldas. Se conocieron, se rieron, se pelearon, se ignoraron, se buscaron, se reconciliaron, se besaron, se amaron y fueron felices. Nada de otra galaxia. Dos hombres, dos seres humanos que vivieron un amor de niñitos inocentes sin pensar en qué vendrá. Porque los amantes solo conocen el presente, este instante, aquí y ahora; tienen el valor de los inmortales. Siempre estuvieron solos, porque nadie los vio y nadie lo supo, pero Fernando y Mateo existieron. Una historia como miles, entre sombras y cómplices que ocultan a los jueces ineptos y macabros la pasión de una vida. Pero no hay donde correr, y el grito pide salir: para que sea completo deben estar todos, todos tienen que mirar y que nada pase. Dos contra un mundo. Y así sin más, una noche como cualquier otra sus padres los vieron besándose en una plaza alejada, cruel destino. Lo esperaron pacientes en casa y le demostraron lo mucho que lo amaban y que querían lo mejor para él: ser bien machito, formar una familia normal y engendrar nietos.
Resuelve ir a lo de un amigo en San Lorenzo y Chacabuco. Un adolescente destrozado, vencido por su hogar y nadie muestra señales de ofrecerle su ayuda. Egoístas y mezquinos. Cada segundo está más solo. Toca el timbre, se abre la puerta, se abrazan en silencio, entra. Pide la ducha. Tira las ropas por el suelo y el agua comienza a caer. Se restriega el cuerpo disminuido con suavidad y despacito, duele hasta la última milésima de piel. Y por adentro ya está muerto. Pero comprende luego que es una parte, no la totalidad. Sale, toalla y deposita lo que sobrevivió en la cama con fatiga. Intenta dormir pero no puede, las imágenes le sujetan la vigilia: padre atacando, madre llorando, hermanito encerrado mientras escucha música fuerte. Golpes que no queman por la carne, sino por el rencor. Lágrimas que no son de impotencia ante la sangre de su hijo que ya va manchando el piso, son porque perdió su hijo. Y un rehén de culpas que no son suyas, que tuvo que soportar su propio desprecio por designios de una sociedad con telarañas en el cráneo, debe resistir más y más. La fuga. Casi lo mata. Pero Mateo tampoco está con él, no quiere problemas. No lo ama a decir verdad, es simplemente otra persona vacía que se aprovechó de un buen corazón. Ahora hay que descansar.
Despierta y renace, entiende que ha vuelto a nacer y las cosas están más claras que nunca. Es otra persona y tiene otra vida, una nueva que recién comienza, con honestidad y más valor, con certeza de saber quién es y con la firmeza que le da haber sufrido tantas caídas y haberse levantado. Pide ropa, agradece con vergüenza y promete devolver lo antes posible. Sale. Sale a construir su imperio. Ya no está solo: cuenta con él mismo, que no es poco. Es el protagonista de su novela y nadie le quitará ese papel. Si lo puede imaginar, no hay nada que lo pueda vencer. Cree en él y mira con ojos impávidos el futuro glorioso que lo espera. Es un amanecer precioso. El sol es testigo de su victoria primera. Es más que confesión o superación, es evolución.

Cuentos del encuentro literario- Un ser de Luz


                              UN SER DE LUZ

En un lugar muy bonito de Argentina, vive Kapricia una mujer que desde niña la vida le puso obstáculos que forjaron fortalecieron y transformaron en el ser de luz que es hoy.
Kapricia tenía solo 5 años, cuando la muerte le arrebato a su madre, un duro golpe para una dulce niña; luego perdería a su hermano y a su querido abuelito.
Fue creciendo como pudo, un poco aquí y un poco allá hasta que su padre la puso en un colegio de monjas a los 12 años.
La niña en camino a ser mujer aprendió y reforzó  los valores que la acompañarían el resto de su vida, en ese colegio; cuando estaba allí conoció el amor  que traería muy pronto el desengaño y un embarazo, que perdió.
Con tan solo 18 años ya había  sido golpeada duramente por la vida, pero Kapricia no se dejaría  abatir. volvió a creer en el amor, que una  vez más la volvió a decepcionar de esta relación nació una beba  a quien tuvo sola lejos de su familia pero al lado de personas buenas que la ayudaron  a seguir su camino.
Su vida comenzó a cambiar cuando conoció a una persona especial  y surgió un amor de verdad, se casaron tienen 8 hijos porque su marido reconoció a la beba de Kapricia y hoy son felices.
Este ser de luz, nunca se dio por vencida termino el secundario y fue catequista durante 11 años distribuyendo su tarea de madre y esposa con sus deseos de superación y servicio a los demás.
Hoy esta cursando un profesorado de lengua y literatura, es  escritora una vocación que realizaba desde hace 20 años y que dio a conocer en el año 2011 en el cual ganó sus primeras menciones en cuento y poesía.
Kapricia  se alienta a si misma y apuesta día a día por un mundo mejor para todos.